
La adolescencia es una etapa de grandes cambios emocionales, físicos y sociales. Durante este proceso de transformación, los jóvenes comienzan a descubrir quiénes son, qué les interesa y hacia dónde quieren ir en la vida. Esta transición puede provocar momentos de confusión, inseguridad o malestar.
Algunas conductas que pueden indicar la necesidad de iniciar la terapia de adolescentes incluyen dificultades de concentración, tristeza persistente, baja autoestima, problemas para controlar la ira, escasas habilidades sociales o dificultades para dormir.
Estos síntomas pueden afectar su rendimiento académico, relaciones personales y bienestar general, dificultando su adaptación a esta etapa vital.

La terapia juvenil se orienta a mejorar el bienestar emocional y psicológico del adolescente. Se trabaja en identificar pensamientos, emociones y comportamientos que interfieren en su día a día, y se le enseña a manejarlos de forma saludable.
Durante las sesiones, desarrollará habilidades para afrontar desafíos propios de esta etapa como la presión social, la toma de decisiones o la gestión emocional.

Es esencial que el adolescente cuente con recursos que pueda aplicar fuera de la consulta. Además, la participación activa de la familia facilita el proceso terapéutico.
Involucrar al entorno familiar permite reforzar lo trabajado en sesión, fomentar un clima de apoyo en casa y contribuir positivamente al desarrollo emocional del joven.

La duración de la terapia varía en función de la problemática, el plan de tratamiento y la continuidad del proceso. Cada adolescente es único, y por eso el enfoque terapéutico se adapta a sus necesidades, respetando su ritmo y acompañándolo en su evolución personal.


¿Te identificas con alguno y te gustaría trabajarlo en terapia?
Tipos de terapia
El enfoque terapéutico se define en función del estado emocional y las necesidades individuales.
Dudas que pueden surgirte
En la primera sesión de información, me encuentro con algunas preguntas que me gustaría exponer y responder: